Me coloco una Máscara...
La
primera impresión que tiene el narrador al verse convertido en Axolotl es la de
horror; se siente enterrado vivo, condenado eternamente a flotar en esa pecera
mientras contempla a su yo humano al otro lado del cristal. Aún no entiende su
identidad. Al establecer un nimio contacto con otro Axolotl asume su condición
y descubre que todo Axolotl piensa como un hombre dentro de su imagen
de piedra rosa.
Afuera, el hombre cada vez va espaciando más
sus visitas al acuario, ya no necesita volver pues su obsesión es ahora
un Axolotl. El pez mito, el pez tótem es receptáculo de la
obsesión y de los miedos del hombre, entidad suprarracional que vaga
eternamente, testigo y horrible juez al mismo tiempo, un
fantasma, una máscara que esconde y, al mismo tiempo,
muestra. Como esta máscara...
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